Ventisqueros, ríos, arroyos, cascadas y maitenes acompañan el camino a Puerto Tranquilo, en la región de Aysén. Son tres las formaciones de mármol sobre el Lago General Carrera (Buenos Aires, en Argentina) diferenciadas por su tamaño; la más grande, llamada Catedral, seguida por la Capilla y la Cueva. Sobresalen en medio de un ojo de agua multicolor, rodeado de un espeso bosque al que las eternas cumbres de la Cordillera de los Andes custodian.
Para
llegar es necesario tomar la ruta 265 desde Chile Chico a Puerto Guadal.
Desde allí, tomar rumbo norte por la Carretera Austral, cuyas
maravillas compartimos la semana pasada.
Solo 7 km de navegación en lancha separan a Tranquilo del sector de
cavernas, en una excursión de hora y media, sujeta a las inclemencias
del tiempo y a la que se recomienda ir bien abrigado. El viento
patagónico y el sol engañador del sur pueden hacer menos placentero el
recorrido. Son más de 20 las embarcaciones de distintos prestadores
locales disponibles para realizar la travesía por el lago. El costo
ronda los $200 argentinos, aceptados sin problemas en el país
trasandino. La contratación del servicio, que sale todos los días, se
realiza en la costanera de Tranquilo y suele incluir un pequeño
refrigerio sobre el bote. El paseo se realiza de a grupos de entre 4 y
10 personas. Los lugareños aseguran que el mejor momento para visitar el
sitio es durante el verano, aunque algunos también destacan la belleza
del lugar en otoño, por el mes de abril.
No se conoce la edad precisa de estos mármoles. Según la Sociedad
Geológica Chilena, las cavernas están labradas en rocas pertenecientes
al Basamento Metamórfico de la región, y se trataría de rocas del
Paleozoico superior, de unos 300 millones de años de antigüedad. Sin
embargo, la formación específica de las cavernas se corresponde con un
fenómeno más reciente, post-glacial, de menos de 15 mil años, y generado
por la disolución diferencial de los mármoles por el agua del Lago
General Carrera.
Las cavernas fueron, en principio, territorio argentino. Pues su
existencia fue documentada por primera vez por el explorador Clemente
Onelli durante sus expediciones de 1896 y 1897. El geógrafo Italiano -
Argentino describió el lugar en su obra Trepando los Andes, donde relata
las experiencias en las campañas lideradas por el Perito Francisco
Pascasio Moreno. Acompañó la publicación de dos fotografías de los
islotes principales: la capilla y la catedral en el lago Chelenko,
nombre que los pueblos originarios supieron darle. En 1904, y tras un
acuerdo internacional se determinó la división del lago, una porción
para Argentina y otra para Chile. Las cavernas fueron declaradas
Santuario de la Naturaleza, una de las categorías de protección de la
legislación chilena sobre Monumentos Nacionales.
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